Aún no he terminado de leer el Perfume, a falta de pocas
páginas y ahorrándome así el riesgo de desvelar el final, voy a contaros mis impresiones sobre un libro que
me ha sorprendido muy gratamente.
En primer lugar, no es un libro que estuviera en la lista de
títulos que yo misma me habría obligado
a leer antes de morir. Este libro cayó en mis manos a través de un regalo
inesperado de un buen amigo que me aseguró que le había encantado. Como este
chico nunca me engaña, no dudé de que fuera un buen libro, pero la verdad es
que ha superado mis expectativas.
Lo que más me ha llamado la atención de El Perfume es su
dimensión olfativa, nunca antes vista por una servidora a ese nivel de
elaboración en un texto. Ciertamente hay pasajes del libro en los que el propio
olfato del lector se encuentra en un grado de estimulación excepcionalmente
alto para el acto en sí, que es solo leer. Sorprendente.
Patrick Suskind narra la historia de Jean Baptiste
Grenouille, un personaje de los que serían considerados parias del siglo XVIII,
con un don extraordinario en su sentido del olfato. Se trata de un hombre cuyo
interés hacia el mundo se centra exclusivamente en su dimensión olfativa, y ese
es el punto de vista desde el cual explora todo lo que le rodea.
Grenouille se convierte, tras el dramático relato de los
primeros años de su vida, en un perfumista de talento deslumbrante, aunque no
siempre reconocido. El relato de los intríngulis de la perfumería resulta muy
interesante, al menos para alguien como yo, a quien siempre le había sido ajeno
el arte de la perfumería, sus herramientas, sus técnicas, el oficio clásico de
perfumista.
Es precisamente su obsesión por la destilación de olores y
perfumes lo que le lleva a adoptar métodos poco ortodoxos de extracción de
nuevas “fragancias”, pero ese un terreno que debo dejar a la incógnita hasta
que os decidáis a leer la novela.
Algunos pasajes me han resultado ciertamente desagradables,
y he de decir que ese aspecto del libro es el que me ha resultado más
interesante, ya que la repugnancia producida por una descripción detallada del
“carnaval” de olores que caracterizaban a las personas y las ciudades del siglo
XVIII es un efecto generado en el lector a partir de un relato –algo poco
olfativo en sí mismo-. La descripción es tan detallada, tan expresiva que
realmente llegas a experimentar algo parecido al efecto que produciría el olor
en sí mismo: asco, frescura, buenas y malas sensaciones en la pituitaria solo a
través de las letras. Desde mi punto de vista, diferente a todo lo leído
anteriormente.
Sin embargo no todo iba a ser perfecto. Puede que el ritmo
sea uno de los aspectos que menos me han gustado. Más que nada porque me ha
parecido inconstante: el comienzo es trepidante, rápido y ágil. La segunda
parte ralentiza la historia, narra aspectos más técnicos, introduciendo al
lector en el mundo de la perfumería a costa de un poco de argumento. Digamos
que dejan de “pasar cosas” al ritmo que se sucedían en la primera parte. La tercera parte lo arregla, pero en mi
opinión, concentra demasiada acción que podría haber sido más repartida a lo
largo de las páginas. No obstante, no se hace nada pesado y la lectura es
dinámica y muy entretenida, una historia y una narración de las que engancha.
Dicho lo cual, me dispongo a terminar el libro, a ver si el
final es acorde con lo estupendo de la lectura hasta ahora. En definitiva: Si
tuviera que darle solo un adjetivo a El Perfume sería “sensitiva”. Considero El Perfume un título muy recomendable
para todo tipo de lector, en especial para los que buscan una buena historia,
pero sobre todo para los que son amantes de la literatura más sorpresiva.
Alba Sánchez