jueves, 19 de septiembre de 2013

EL PERFUME: UNA NOVELA OLFATIVA



Aún no he terminado de leer el Perfume, a falta de pocas páginas y ahorrándome así el riesgo de desvelar el final, voy  a contaros mis impresiones sobre un libro que me ha sorprendido muy gratamente. 

En primer lugar, no es un libro que estuviera en la lista de títulos  que yo misma me habría obligado a leer antes de morir. Este libro cayó en mis manos a través de un regalo inesperado de un buen amigo que me aseguró que le había encantado. Como este chico nunca me engaña, no dudé de que fuera un buen libro, pero la verdad es que ha superado mis expectativas. 

Lo que más me ha llamado la atención de El Perfume es su dimensión olfativa, nunca antes vista por una servidora a ese nivel de elaboración en un texto. Ciertamente hay pasajes del libro en los que el propio olfato del lector se encuentra en un grado de estimulación excepcionalmente alto para el acto en sí, que es solo leer. Sorprendente.



Patrick Suskind narra la historia de Jean Baptiste Grenouille, un personaje de los que serían considerados parias del siglo XVIII, con un don extraordinario en su sentido del olfato. Se trata de un hombre cuyo interés hacia el mundo se centra exclusivamente en su dimensión olfativa, y ese es el punto de vista desde el cual explora todo lo que le rodea. 

Grenouille se convierte, tras el dramático relato de los primeros años de su vida, en un perfumista de talento deslumbrante, aunque no siempre reconocido. El relato de los intríngulis de la perfumería resulta muy interesante, al menos para alguien como yo, a quien siempre le había sido ajeno el arte de la perfumería, sus herramientas, sus técnicas, el oficio clásico de perfumista. 

Es precisamente su obsesión por la destilación de olores y perfumes lo que le lleva a adoptar métodos poco ortodoxos de extracción de nuevas “fragancias”, pero ese un terreno que debo dejar a la incógnita hasta que os decidáis a leer la novela. 

Algunos pasajes me han resultado ciertamente desagradables, y he de decir que ese aspecto del libro es el que me ha resultado más interesante, ya que la repugnancia producida por una descripción detallada del “carnaval” de olores que caracterizaban a las personas y las ciudades del siglo XVIII es un efecto generado en el lector a partir de un relato –algo poco olfativo en sí mismo-. La descripción es tan detallada, tan expresiva que realmente llegas a experimentar algo parecido al efecto que produciría el olor en sí mismo: asco, frescura, buenas y malas sensaciones en la pituitaria solo a través de las letras. Desde mi punto de vista, diferente a todo lo leído anteriormente. 

Sin embargo no todo iba a ser perfecto. Puede que el ritmo sea uno de los aspectos que menos me han gustado. Más que nada porque me ha parecido inconstante: el comienzo es trepidante, rápido y ágil. La segunda parte ralentiza la historia, narra aspectos más técnicos, introduciendo al lector en el mundo de la perfumería a costa de un poco de argumento. Digamos que dejan de “pasar cosas” al ritmo que se sucedían en la primera parte.  La tercera parte lo arregla, pero en mi opinión, concentra demasiada acción que podría haber sido más repartida a lo largo de las páginas. No obstante, no se hace nada pesado y la lectura es dinámica y muy entretenida, una historia y una narración de las que engancha. 

Dicho lo cual, me dispongo a terminar el libro, a ver si el final es acorde con lo estupendo de la lectura hasta ahora. En definitiva: Si tuviera que darle solo un adjetivo a El Perfume sería “sensitiva”.  Considero El Perfume un título muy recomendable para todo tipo de lector, en especial para los que buscan una buena historia, pero sobre todo para los que son amantes de la literatura más sorpresiva. 


Alba Sánchez

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