martes, 22 de octubre de 2013

Mi primer libro: DISTANCIAS

Por fin llegó el día de anunciar que ya está a la venta mi primer libro, del que ya había hablado en alguna ocasión: Distancias.

Hago este anuncio desde el nervio propio de la escritorilla novata que somete por primera vez su obra a juicio. De antemano podéis estar seguros de que habréis leído libros mejores, pero espero que quien lo lea lo haga desde el cariño, tal y como yo lo he escrito y preparado, y sabiendo que es mi primera obra y aún me queda un gran camino por recorrer para poder ser llamada "escritora"...



Distancias es un libro sencillo, corto e imperfecto sin duda, pero lleno de momentos en los que muchos os podréis sentir reflejados, sobre todo si habéis tenido lejos a alguien querido, o si habéis esperado de la vida cosas que nunca llegaron, o que al menos de momento, no llegan.

Escribí este libro en su mayor parte durante el año en que viví lejos de mi país y de mi familia, cuando tuve que marchar a Irlanda y separarme de todo lo que más quería. No es que fuera una experiencia trágica, pero sí es una de las que realmente aprendes muchas cosas, una de las importantes y bueno, según parece la nostalgia es un buen alimento de la poesía.

No obstante, no solo es nostalgia lo que encontraréis en el libro, también esperanza, ansia de cambio, movimiento de una nueva generación, crítica social, nuevas formas de pensar y ver el mundo.

Si os gusta la poesía, os invito a que le déis una oportunidad a mi primer libro, si tenéis un conocido amante de la poesía, os agradeceré que le invitéis a leerlo, y por supuesto y como siempre, dejamos este blog como foro abierto donde libremente podéis dejar vuestras opiniones y reflexiones sobre lo leído.

Desde ya podéis adquirirlo vía online en el siguiente enlace:



Aunque para las personas que estén interesadas en tenerlo y tengan cierto contacto conmigo, recomiendo que me lo pidáis directamente, tengo algunos ejemplares y os ahorraréis gastos de envío:)


Si queréis un aperitivo, aquí os dejo un fragmento del poema titulado Inventario:

"Y ahí estaremos, en el fin del mundo
riéndonos de la lágrima que cuelga,
de las desventuras más amargas,
de las noches en blanco. 

Y se pararán los relojes para esperarnos
al final de lo que nunca termina.

Cuando cesen las horas y echemos las cuentas,
al final del todo devolverás a mis manos
los trozos de mi alma que te fui regalando,
y los pintaremos en el cuadro eterno
de vidas unidas hasta el fin de los tiempos"    



A los que decidáis brindarme vuestro apoyo, muchas gracias y un abrazo. Y a los que no, pues también :D


Alba Sánchez 

 


martes, 8 de octubre de 2013

FERIA DEL LIBRO ANTIGUO Y DE OCASIÓN 2013

El domingo pasado visité la Feria del Libro Antiguo y de ocasión en Madrid. Se encuentra en el paseo de Recoletos hasta el próximo domingo, así que amantes de los libros amarillentos, tenéis poquito más de una semana si no habéis ido, no os la podéis perder.

Me gustó mucho verla, y sobre todo ver que había mucha gente que se había acercado a echar un vistazo. Gusta ver cuando este tipo de eventos funcionan, así quizás podamos tener cada vez más. Teniendo en cuenta el precio de los libros nuevos y la situación de la mayoría de los bolsillos españoles, esta celebración me parece un acierto. Claro mejor me parecería hacer las cosas bien y dejar de ahogar al ciudadano para que pudiese comprar libros tranquilamente de primera, segunda o quinta mano, pero esa es otra historia.

Lo que tengo que apuntar es que no me pareció especialmente barata en relación a lo que estoy acostumbrada a encontrarme en la Cuesta de Moyano, mis librerías de segunda mano de cabecera. Supongo que al tratarse de una feria con la consiguiente repercusión mediática los comerciantes podían permitirse inflar un poco ciertos precios que, sin llegar a ser caros, en algunos títulos se excedían un poco tanto por el estado de conservación del libro como por su tamaño. La media estaba en torno a los cinco euros por ejemplar, y encontrabas a este precio novelas de varios centenares de páginas y libros de menos de cien.

Claro está que la literatura no se vende al peso y todo depende de la calidad del contenido, y realmente cinco euros por la mayoría de los libros que allí había no me parece caro, simplemente observé títulos que yo había visto anteriormente más baratos aún, y con ésto quiero decir que hay vida después de la feria, que sigue habiendo en Madrid lugares donde te llevas muy buenos libros por menos de tres euros.

Mis adquisiciones en la feria han sido: 



Una recopilación de poemas de Vicente Aleixandre, con tapa dura y muy bien conservado, por el módico precio de tres euros.

Dos títulos de René Descartes por el precio de uno: en el mismo libro 'El discurso del método' y 'Tratado de las pasiones'. Por cinco euros, y habría pagado más dada su bonita encuadernación clásica y su perfecto estado.

'La Moral' de Aristóteles lo compré por seis euros. Su conservación no es tan buena pero aquí había de prevalecer el contenido y por lo tanto, a la saca.

El libro de Jorge Semprún si que fue todo un hallazgo, por solo un euro me llevé 'Adiós, luz de veranos', una historia de la Guerra Civil en primera persona que estoy deseando leer.

Como vemos, se puede encontrar de todo, y auténticas joyas. Si como yo, vais a los saldos, por menos de cinco euros podéis haceros con muy buenos libros. Si vuestro presupuesto es más holgado podéis encontrar de todo: colecciones por tomos, encuadernaciones artísticas, revistas de antaño, todo tipo de géneros y de calidades.

Lo mejor es que lo veáis por vosotros mismos así que daros una vuelta, no os lo perdáis. Algunas de las librerías que han expuesto en la feria son de Madrid y se pueden visitar después del evento, pero han venido muchas de otros puntos de España que solo estarán estos días. Si os gusta la literatura, aquí tenéis una cita obligada. 


 Alba Sánchez Serradilla

martes, 1 de octubre de 2013

RETALES DE UN PROYECTO DE NOVELA




Os adelanto una pequeña muestra de algunas líneas de la novela en que actualmente trabajo y que pretende ser un retrato de los tiempos que vivimos, de la perspectiva de los jóvenes ante la época que les ha tocado vivir, sus esperanzas, sus frustraciones. No se trata de una novela autobiográfica pero espero que sepáis perdonar ese pequeño y creo que inevitable error de los escritores noveles de "tirar de archivo" y recurrir a lo vivido y conocido en más de una ocasión. Espero que os guste y que os apetezca leer más ;)
  



No cogía el teléfono. Para no quedarme en casa toda la mañana, se me ocurrió salir a hacer algunas fotos por el centro. Me calcé las botas, me puse una rebeca –todavía hacía fresco a principios de junio, raro pero cierto-, me atusé el flequillo con las manos y salí de mi casa pensando en la reinvención.

Era en sí un concepto atractivo. No era una palabra que sonase mal, ni mucho menos. Sonaba a emprender, a aventuras, a cambio a mejor. Sin embargo no podía dejar de percibirla con un punto amargo en tanto que se imponía a los jóvenes de mi generación. Y a mí, que al fin y al cabo, soy el caso que más me preocupa. 
 
Reinventarse. ¿Para qué? ¿Quería reinventarme? No hacía tanto tiempo que me había inventado por primera vez. Quizás tiene más sentido reinventarse cuando uno se aburre de lo que hace, al final de su vida laboral, o al menos a mitad, o en su jubilación, cuando se tiene tiempo. Pero no me parece de buen gusto imponer a un puñado de jóvenes la reinvención de sus trayectorias cuando éstas aún no han empezado. De ninguna manera.

Mi invención comenzó en la Facultad de Ciencias de la Información. Fui a una carrera atestada de gente, con una competencia infinita. Y fui porque quise, es cierto. Fui por vocación, porque siempre quise ser periodista. Con mi primer sueldo de camarera de terracita veraniega pagué mi primera cámara, tenía diecinueve años. Fue una herramienta cara pero necesaria en el proceso de invención que se abría ante mis ojos: el fotoperiodismo, una nueva pasión encontrada. 
 
Me iba a hacer fotos a diestro y siniestro todos los días que salía el sol y todos los que llovía también. Me encantaba. Ahora no es lo mismo, no es la misma inspiración gratuita y despreocupada la que dispara por mí. Ahora hay más problemas detrás de la cámara que delante, quizás porque son míos y no quiero ver que en efecto no son los peores, pero así lo siento. 
 
A veces salía a hacer fotos solo porque el click click de los disparos me relajaba. Me gustaba fotografiar “a ciegas” solo direccionando la cámara hacia un sitio amplio, como una calle, un parque. Y sin fijarme demasiado, fotografiar. Estaba muy interesante ver las vidas que confluían en un plano general de forma casual. Disparé a la Calle Arenal: la Ópera al fondo, una que mira escaparates, un inmigrante con chaleco fosforescente comprando oro al peso, dos enamorados inmortalizados en una carantoña, una señora que pide limosna en San Ginés, cerca de una de las librerías favoritas de Salva cuyo rinconcito se intuye a la izquierda, donde un señor inclinado selecciona un libro de segunda, tercera, o quinta mano. 
 
Cuánto ha cambiado Madrid desde que llegué. Cada día amo más esta ciudad. No solo por bella, que me lo parece hasta decir basta, sino por sus continuas lecciones, por su afán de sobrevivir en la belleza de siglos atrás sin renunciar a los aires de nuevos tiempos que la cubren de modernidad. 
 
Lo malo de los nuevos tiempos, de los que ahora transcurren, es que a parte de esa modernidad que se traduce en rascacielos o entradas estrambóticas a la red de metro como la que han puesto en la Puerta del Sol, también cubren a la ciudad de incertidumbre y miseria. Nunca había visto en Madrid tantos indigentes como ahora mismo, y ya llevo aquí más de una década. 
 
Me deprime enormemente que estén por todas partes. Porque me hacen sentir repugnante en una indiferencia casi obligada, estandarizada, que todos mostramos sin despeinarnos. Pienso que hoy en día, no es tan difícil verse en su lugar y de repente me siento miserable por quejarme de que no me salga trabajo, si al fin y al cabo voy sobreviviendo con la ayuda de mis padrastro, cual quinceañera. ¿Tengo derecho a quejarme? La verdad es que no lo tengo nada claro. 
 
Cuando me encontraba revisando la última fotografía escuché mi nombre tras de mí. Levanté la cabeza y encontré al girarme a Salva. No iba solo.

Hacía tiempo que no nos veíamos, casi dos meses. Hablábamos por teléfono poco y mal, y nuestro último encuentro fue un tanto extraño: después de conseguir comportarnos como amigos medianamente normales durante algún tiempo, finalmente nuestra normalidad no dio más de sí y terminamos en la cama. Parecía increíble después de la última gran pelotera por la enésima vez que salió a relucir el tema de Víctor. Después de acostarme con Salva por última vez sentí un tremendo agobio y prácticamente le eché de mi casa diciéndole que necesitaba estar separada de él un tiempo. Ese era el tipo de comportamiento que no me ayudaba a convencerle de que lo de Víctor había sido algo confuso y pasajero. Ya hacía un par de años que nos cabreábamos y reconciliábamos por el mismo tema. Muchas veces ni yo me entiendo, y no me podría perdonar el jugar con sus sentimientos. Así habían pasado las semanas. Siete en total, las había contado.



 Alba Sánchez Serradilla