Los caminos de la literatura son inagotables. Doy fe. Sé que
por muchos años que viva, difícilmente tendré tiempo para leer todos los libros
que deseo: de los que ya se hicieron, de los que se harán. Esa desasosegante sensación
me hace leer a veces como si no hubiera mañana, y a veces me hace sentir
estancada cuando un libro es demasiado denso y me lleva un tiempo relativamente
largo leérmelo. Para después de estos
libros, los gordos, los “tochos” que, aunque te encanten, te dejan las neuronas
doloridas de pura actividad –léase Cien Años de Soledad- necesito algo mucho
más dinámico y concreto, que sin perder calidad literaria me dé ritmo y energía
en la lectura.
También soy consciente de que la lectura no es para todo el
mundo un hábito tan enfermizo como para mí, y siendo consciente de ello, hoy he
querido comentaros una opción de lectura que –al menos desde mi punto de vista-
no es tan generalizada ni tenida en cuenta como la narrativa o incluso la
poesía. Es francamente difícil encontrar a alguien leyendo poesía en el metro.
Encontrara a alguien que lea teatro puede considerarse un poltergeist, yo jamás
lo vi.
Estoy leyendo una obra teatral actualmente: Mariana Pineda,
de Federico García Lorca. Nunca la he visto representada, aunque me encantaría,
pero solo su lectura ya provoca todo tipo de sensaciones: la poesía del maestro
Lorca, tan perfectamente ajustada a la escena, tan expresiva, tan elegante,
unida a una historia tan apasionante como la de Pineda, donde se mezclan el
amor con la lucha por la libertad. Simplemente estimulante.
El teatro es acción directa, desde el punto de vista
literario. No hay más adornos que la palabra de los personajes, que en el caso
de Mariana Pineda es sublime por el estilo empleado por el autor. A todos los
que alguna vez se han quejado de que un escritor se “enrollaba” en
descripciones o detalles, les recomiendo que prueben a leerse un libro de
teatro: al grano, acción continua, interactuación de los personajes frente a
los ojos del lector. Literatura a pelo y
sin medias tintas. Generalmente, ni
siquiera son muy grandes.
El condicionamiento al que a veces nos vemos sometidos como
lectores a través de las descripciones del autor, no es tan marcado en el teatro,
donde como mucho te cuentan cómo se distribuye la escena y dónde se sitúan los
muebles. Los detalles son tan puramente técnicos, que si quisieras podrías no
leerlos y simplemente extraer tu propia imagen de la escena con solo los
diálogos de los personajes y su interactuación. En tu mente puedes estar viendo una
representación teatral, con su escenario, telón y todo, o una película, según
los dictámenes de tu percepción y tus preferencias. Es absolutamente versátil.
Como sugerencias, y por si os animáis a probar o queréis
alguna recomendación, os cuento brevemente sobre mis títulos y autores favoritos:
-Miguel Mihura: Maribel y la extraña familia, Tres sombreros de copa. Este autor desarrolló un
estilo muy particular de teatro basado en el humor absurdo y en tergiversar
temas de la más absoluta cotidianeidad (como puede ser la presentación de una
pareja a la familia, o la organización de una boda) en situaciones delirantes
aliñadas con mucho humor inverosímil. Muy recomendable para quienes quieren simplemente reírse,
desconectar. No obstante, entre risa y risa se puede analizar a través de las
letras de Mihura la sociedad española de los años cincuenta, sus prejuicios, su
forma de entender las relaciones sociales y familiares. Muy recomendables para
amantes del humor absurdo.
-La Casa de Bernarda Alba, Federico García Lorca. Con este
autor siempre pecaré de imparcial porque es mi favorito y mi referente, pero no
soy la única persona que, guardando una estrecha relación con los libros y
habiendo leído unos cuantos, opina que esta obra en una de las grandes
creaciones teatrales que se han hecho en nuestro país. Es una obra dramática,
profunda, femenina e intimista. Cuesta creer a veces que un hombre fuese capaz
de hacer un retrato de la íntima psicología femenina tan acertado, pero así era
Federico, un genio sin más. Cuenta la historia de una familia de luto donde
unas mujeres que se han quedado solas a la muerte del padre, tienen que
plantear su vida en ausencia del varón y en medio de un entramado social y
familiar donde ser mujer no es tarea fácil.
-Eloísa está debajo de un almendro, Enrique Jardiel Poncela.
Otra obra de tendencias parecidas con Miguel Mihura. El humor de los que hilan
fino, comicidad basada en lo inverosímil de las situaciones que se relatan, y
con un punto detectivesco ante un misterio por resolver. Muy aconsejable para
trabajar el humor inteligente.
-Entremeses, Miguel de Cervantes. Para todos aquellos que
aborrecieron el Quijote cuando fueron obligados a leerlo a destiempo en el
colegio o instituto, les recomiento los Entremeses para reconciliarse con uno
de los Grandes de nuestras letras. Pequeñas composiciones de alrededor de quince páginas. Son historias
digestivas, ligeras, con una acción generalmente dinámica y concreta, sin irse
por las ramas más de lo necesariamente impuesto por el lenguaje propio de la
época. Los entremeses se escribían para representarlos en los descansos de las
obras grandes, son pequeñas composiciones cuyo objetivo primordial siempre fue
el entretenimiento, por lo tanto, es justo eso lo que hay entre esas páginas.
-Luces de Bohemia, de Ramón del Valle Inclán. He de
reconocer que este libro no es corto, ni fácil de leer. Tampoco difícil. Desde
mi punto de vista, es el mejor libro de teatro que yo jamás he leído. Además de
suponer la obra insignia del esperpento de Valle Inclán (personajes
desfigurados en sus vicios, exagerados y hasta cierto punto irreales, realidad
degradada), la historia de Max Estrella me resulta conmovedora: un artista
bohemio, trágico y oscuro, perdido por las calles de Madrid en un delirio
alcohólico, todo lo contrario a la conciencia moral que pudiese entenderse como
habitual en la época. Es simplemente una obra maestra, pero cuidado: resulta complejo
si es el primer libro de teatro que leéis, una iniciación teatral para
valientes.
Con estos títulos tenemos para empezar, aunque hay
muchísimos más, que yo he leído y que no he leído, algunos que ni conozco. Si
tenéis alguna buena propuesta para animarnos a leer más teatro y romper esa
tendencia desventajosa que ésta disciplina literaria tiene, la recibiremos con
mucho gusto en los comentarios.
Leed mucho ;)
Alba